viernes, junio 08, 2012

Ya no quedan mujeres como las de antes

Me fascina ese prototipo de mujer de bandera que sale en las películas. Esas tías duras que tienen una respuesta digna para todo, que dejan a cualquier macho que se les cruce con un palmo de narices y que no se amilanan por nada. Y todo ello sin perder una pizca de glamour. Eso sí que son mujeres, personajes minuciosamente construidos. Personajes que parecen ser un fin en sí mismos pero que no tienen otra función que la de fortalecer al personaje masculino. Porque si ella es valiente y monta a caballo y maneja la espada con soltura acabará por meterse en un lío del que sólo su héroe, arriesgando la vida, podrá sacarla. O, si es una mujer con carácter e ideas claras que acabará poniendo en su sitio al tipo duro, éste no dudará en cruzarle la cara para que ella se dé cuenta de su error y se refugie en sus brazos arrepentida de su insolencia. Y beso y fundido a negro y un mensaje claro en la retina: eso es lo que tú tienes que querer ser.
Pues resulta que estoy hasta el mismo y único punto en común que tenemos todas las mujeres de que me digan cómo tengo que ser. Porque no soy Greta Garbo, ni Amelie, ni entiendo de moda ni me gusta el fútbol. Ni falta que me hace. Porque no necesito que tú, ni tú, ni tú me deis el visto bueno. Porque no necesito la aprobación de los hombres ni la aceptación de las mujeres. Porque no necesito vuestro permiso para existir.
Y porque ese concepto tan equivocado que tenéis de lo que es un modelo a seguir me lo paso yo por el mismísimo punto. Y coño.

jueves, junio 07, 2012

lunes, mayo 02, 2011

Mi miedo al frío


Recomendación: Antes de leer esta entrada, escucha atentamente esta canción. A ser posible, sin hacer nada más. Sólo escucha.


Hay temporadas en que parece que todas las canciones reflejan exactamente lo que sentimos, y entendemos en ellas lo que efectivamente queremos entender. Otras veces, con menor frecuencia, una canción aparece y nos pone delante de nuestros ojos lo que llevamos dentro pero no podíamos ver. Nos da la vuelta, nos pone frente al espejo y nos obliga a mirarnos con toda la brutalidad de la realidad. Y eso es exactamente lo que me pasó con "Frío", de Abraham Boba.

"Anoche soñé que me dejabas por mi archienemiga", le dije a Huevo. Pero la realidad es que, en mi sueño, no me abandonaba. Ojalá. Si hubiera soñado que Huevo se fugaba con mi archienemiga habría sido tan sencillo como despertar para que el dolor y el enfado desaparecieran. Pero, en mi sueño, Huevo hacía algo peor: demostraba ante ella su total indiferencia hacia mí.

Desperté justo antes de la hecatombe final, en pleno ataque de ira y dolor, y esa sensación me acompañó durante todo el trayecto al trabajo. Aún sabiendo que era una estupidez. Hay pocas cosas tan estúpidas y tan incontrolables como el dolor sin motivo.

Y entonces, sin esperarlo, llegó "Frío". Al principio no prestaba atención, sólo era una melodía que alimentaba mi malestar, pero la voz profunda y algunas frases sueltas hicieron que decidiera darle otra oportunidad, desde el principio y con total concentración. Y ahí estaba, condensado en tres minutos, el motivo de mi turbación: tengo miedo al frío. Me aterrorizan los temporales de mutismo.

Temo que un día Huevo pueda dejarme, por supuesto, aunque podría enfrentarme a eso. No quiero que crea que soy la más guapa, ni la más lista, ni la más simpática de todas las mujeres del mundo. Al contrario, necesito que me quiera a pesar de no serlo. Pero, ¿y si un día se diera cuenta de que ya no me quiere, y aún así decidiera seguir adelante? ¿si simplemente se resignara a seguir a mi lado? Eso es precisamente lo que temo, ser la sirena que ahoga, la parienta de la que se huye en el bar, una perspectiva que da pereza. No podría con eso. Con la indiferencia. Con el desprecio. Con el frío.

Cuando te abandonan de una forma miserable puedes aferrarte a tu odio, centrar tus esfuerzos en eso hasta que, finalmente, lo olvides. Puede que si el amor se acaba, no lo entiendas. Y te culpes y obsesiones. Tarde o temprano tendrás que seguir adelante. Y lo harás. Pero querer a alguien que no te quiere y ni siquiera se molesta en decírtelo, no merecer siquiera eso, y justificar los pequeños desprecios, no querer ver, no poder ver, no saber ver. Sentir el frío y no entenderlo. Abrigarse y abrigarse y cada vez estar más congelado. E irse acostumbrando a que te miren con unos ojos que ya no te ven. A que te toquen con unas manos que ya no acarician. A que sólo usemos nuestras lenguas para hablar. Eso es lo que temo, aunque hasta ahora no lo sabía. Y no es que saberlo vaya a servirme de nada. Pero al menos ese día pude librarme de un dolor tan estúpido como incontrolable.

viernes, abril 08, 2011

Última conversación con tipo de palabra

-¿Cómo estás?
- Muriéndome
- ¡Pero no puedes morirte!
- No quiero morirme
- No vas a morirte
- Pero me muero...

Siempre me jodió darte la razón. Pero te fuiste teniéndola, una vez más.

sábado, enero 02, 2010


Hoy, justo hoy, que me pesan hasta los años que aún no he cumplido, que me duelen las heridas que no llegué a hacerme y que repaso cada decisión de mi vida para descubrir que, quién sabe, tal vez todas ellas fueran la equivocada, hoy, justo hoy, PRECISAMENTE HOY, maldita sea, apareces tú. Entre mi furia y mi desgana veo asomar tu perfecta cara, y tus perfectos ojos me reconocen y me dedicas una perfecta sonrisa y levantas levemente la perfecta mano con la que sostienes la también perecta mano de esa perfecta chica de olor perfecto que me recuerda que hoy, justo hoy, PRECISAMENTE HOY, maldita sea, ni siquiera me he echado colonia. Aminoras el paso, y tu ademán de entablar una breve, cordial y vacía conversación afea aún más mi saludo falsamente disrtaído, mi improvisada prisa por refugiarme en ese centro comercial que odio y maldigo. Y lo que maldigo es a mí por no haber recordado ni un sólo día en estos años que la primera vez que ví Madrid (nunca fui muy rápida haciendo las cosas) fue sobre tu hombro. Por no haber dedicado ni un sólo segundo de mi vida a pensar en que pensaba que qué bien que estuvieras conmigo en esa ciuda tan grande, porque éramos tan pequeños, tan diminutos, tan insignificantes que perdernos sería fácil. Y divertido. Y el momento más importante de mi vida. Porque lo había esperado desde simpre. Porque ya no te miraba desde lejos y pensaba que ojalá, que tal vez, que por qué no, que no, que cómo iba a ser. Porque era. Y de repente supe que no. Y dije que no. Mirando los ojos más perfectos del mundo, dije que no. Y cada día, durante meses tratase de convencerme de que sí. Y de convencerte d que no. Y me reprochabas, y me odiabas, y me insultabas y maldecías. Y me pedías perdón, y una oportunidad, y te arrastrabas y suplicbas. Y decías"me importas" en lugar de "te quiero". Nunca nadie ha hecho tanto por mí. Dios, cómo te odiaba.
Pero sigo estando segura de que aquella, al igal que todas las decisiones de mi vida, fue una absoluta estupidez. Pero hoy, justo hoy, PRECISAMENTE HOY, maldita sea, tengo claro que no me arrepiento de ninguna de ellas. Y me alegro de haberme encontrado contigo hoy, justo hoy, PECISAMENTE HOY, maldita sea, y de que me hayas visto con mi mejor disfraz de derrota. Al fin al cabo te lo debía. Al fin y al cabo, tal vez ya no te importe.
(La foto la he robado del flickr de José M. Azcona, que lo sepa el mundo y me perdone el autor.)

sábado, diciembre 12, 2009


- ¿Me prometes que cuando seamos maridos ninguno de nuestros vecinos tendrá una serpiente con la que pueda encontrarme si se escapa?
-Pero... no puedo prometerte eso, ¡no puedo controlar qué mascotas tiene la gente!
-¡Sí! ¡Claro que puedes! Sólo tienes que ir y hablar con ellos. Lo entenderán. Iría yo misma, pero sus serpientes me dan tanto miedo...
- ...
-...
-...
- Puedes prometérmelo de mentira...
- Prometido.
-¡Bieeen!
(Beso)

FIN

lunes, septiembre 28, 2009


Ha llegado el momento de aclarar algunos conceptos. Veo que hay gente que ha decidido pasarse por aquí de vez en cuando, y me parece estupendo. Por eso creo que hay ciertas cosas que deberíais saber. O no. Pero me apetece explicarlas.
En primer lugar, este blog ha ido variando su función con el paso de los años hasta llegar a convertirse en mi vertedero emocional. Por lo tanto, a día de hoy, no es un blog pensado para ser leído, sino para ser escrito. Sin más. Sé que es una estupidez, y si no quisiera que nadie lo leyera no lo colgaría en la red. Pero siempre he sido una exhibicionista en todos los aspectos de mi vida, no hay que darle más vueltas. Cosas de la vanidad, supongo. Pero es muy diferente pensar que puede que alguien, al otro lado del mundo, llegue aquí por casualidad y lea lo que escribiste hace un año, a saber que hay gente que te conoce (mejor o peor, qué importa) ante la que te estás desnudando (más o menos, qué importa). Resumiendo: que no es lo mismo hacer top-less en la playa que ponerte en bolas en un escaparate para que todos tus conocidos vayan desfilando y analizándote, con tus defectos y tus virtudes al descubierto.
Con esto no quiero decir que me incomode que paséis por aquí, y que comentéis o no comentéis al respecto de lo que os apetezca. Si fuera así, habría tratado de ocultar la existencia de este blog, y nunca lo he hecho. Pero no quiero tener que taparme delante vuestro, me niego a medir mis palabras, a releer para ver qué impresión da lo que he escrito, y qué pensará quien lo lea. Entonces este blog no me serviría de nada. Por eso mismo, rara vez repaso lo escrito antes de darle a "enviar", lo que muchas veces se traduce en palabras mal escritas o errores sintácticos que espero que no hagan sangrar ningún ojo.
Más cosas: no soy, en absoluto, una personalidad atormentada a la que le pasan cosas terribles y/o ve de forma negativa las cosas que la rodean. Al contrario. Pero tengo días malos, como todo el mundo. Y hay cosas que me ponen muy triste, o muy furiosa, como a todo el mundo. Y no soy capaz de enfrentarme al mundo estando triste o furiosa, así que, en lugar de llamar a alguien y contarle cómo me siento, lo escribo. Lo vomito, me regodeo en ello, lo aumento, exagero y doy vueltas a su alrededor. Y ya está: ha pasado. Por eso os pido, os ruego, os ordeno que jamás sintáis un gramo de compasión leyendo este blog. No puedo con la compasión, y dar pena es una de las cosas que más odio y temo a la vez.
Esa es la única condición que os pongo. Venid, leed, disfrutad, aborreced, quedaos indiferentes. Opinad, llevadme la contraria, alabadme. Quedaos callados, espiad en silencio. Burlaos o emocionaos. Pero jamás, JAMÁS, toméis en serio una sola palabra de lo que aquí leáis. Incluída esta entrada.